Invierno | Tiempo de hacer magia

El Invierno es un momento para conectar con la tierra y echar raíces profundas. Raíces que nos permitan, con la llegada de la Primavera, poder desplegar nuestras alas sin perder nuestra esencia. Es también un momento de rendición, quietud y silencio, donde conectamos con el arquetipo de la Anciana Sabia que nos permitirá tejer una nueva realidad. Ella nos enseña que es tiempo de hacer magia.


A todo lo que le pones amor, se vuelve magia. Esta frase resume la energía que tenemos disponible durante el Invierno. Y este amor es, en primer lugar, hacia ti misma. Es un amor que te permite desprenderte del pasado y abrirte a nuevas posibilidades, una vez que has transformado la experiencia en sabiduría.

También es el amor que te permite nutrir las semillas que sembraste durante el Solsticio de Invierno para que puedan echar raíces profundas. Es un mes para conectar con la Tierra, para soñar y visualizar las nuevas creaciones que quieres ver florecer y madurar, desde el conocimiento profunda que te ofrece la sabiduría del ciclo que termina. Es tiempo de hacer magia.

En esta primera Píldora de sabiduría femenina para la vida cotidiana de 2020, te abro mi corazón y te cuento la transformación que he vivido en el último año. Al abrazar la ciclicidad de la naturaleza y el trabajo de desarrollo personal que nos propone la Rueda de Ana.


Te leo en los comentarios.

Con amor, Alicia.

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Trótula de Salerno | La primera ginecóloga de la Historia

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Trótula de Salerno está considerada la primera ginecóloga de la Historia. Sus obras fueron revolucionarias para su época y, aunque fueron utilizadas como obras de referencia hasta el siglo XVI, su nombre permaneció en el olvido. Hoy rescatamos su historia.


Os contaba cuando inicié esta sección del blog que la historia oficial que habitualmente leemos y nos han enseñado, está basada en los principios del patriarcado. Y que en ella se ha negado la historia del cincuenta por ciento de la Humanidad.

Uno de los casos más sangrientos de la misoginia histórica provocada por el patriarcado es la de Trótula de Salerno.La primera ginecóloga de la Historia. Algunos estudiosos llegaron a dudar de que fuese una mujer. Otros plantearon que era un personaje ficticio, por lo que desde el siglo XV su obra se atribuyó a un varón, masculinizando su nombre a Trótulo.

No se sabe con seguridad la fecha de su nacimiento, pero sí que nació en Salerno, probablemente en torno al año 1110, en tiempos de las Cruzadas. Apenas sabemos nada de su vida más que se llamaba Trútyla Ruggiero y pertenecía a una familia adinerada. También sabemos que se casó con Johannes Platearius, que fue uno de los médicos fundadores de la Escuela de Salerno.

Una universidad medieval abierta a las mujeres

La Escuela de Salerno fue el primer centro médico sin conexión con la iglesia y, probablemente, la primera universidad laica de la Europa del momento. Y esto es un hecho bastante importante. Los monasterios habían detentado hasta entonces la función de centros de enseñanza y estaban fuertemente influenciados por la doctrina cristiana.

Salerno se convierte así en la primera escuela médica no regida por religiosos. Además, como la ciudad estaba situada al sureste de Nápoles, se fusionaron en ella los conocimientos greco-romanos y las tradiciones árabes y judías. Enriqueciendo enormemente la escuela y convirtiéndola en la más prestigiosa de la Europa del siglo XIII.

La escuela de Salerno fue además pionera en admitir a mujeres dentro de su alumnado. Y, junto a Trótula, también destacaron Salernitana, Constanza y Calenda, que eran alemanas; Rebeca Guarna, que era judía, y Abella, que era árabe. Entre todas simbolizan la conjunción del saber del mundo árabe, judío y cristiano, con una fusión única de las tres grandes culturas existentes en el mundo mediterráneo y occidental.

Sin embargo, el mundo universitario medieval procuró minimizar los trabajos de estas médicas, que llegaron a ejercer un trabajo reservado de forma exclusiva a los hombres hasta finales del siglo XIX.

la obra de Trótula

La aportación de Trótula a la ginecología es fundamental y su obra se divide habitualmente en dos bloques:

  • Trótula maoir: formado por De passionabus mulierum curandurum [Las enfermedades de las mujer].
  • Trótula minor: formado por De curis mulierum [La cura de las mujeres] y De ornatu mulierum [La cosmética de las mujeres].

En ellos aborda temas como la menstruación, la concepción, el embarazo, el parto, el control de la natalidad y las enfermedades ginecológicas, así como sus posibles remedios. Habla también de cómo tratar partos difíciles y sobre cómo prevenir y tratar el perineo rasgado.

En toda su obra muestra ideas muy avanzadas para su época. Por ejemplo, era partidaria del uso de opiáceos y hierbas –por entonces prohibidos por las autoridades eclesiásticas– para evitar el dolor de las mujeres durante el parto.

Defendió la higiene como una herramienta fundamental para prevenir infecciones y enfermedades en las mujeres. Y recomendaba hacer ejercicio físico regular, llevar una dieta equilibrada y saludable, realizar masajes con aceites esenciales y usar cosméticos para prevenir la caída del cabello y cuidar la piel.

Afirmaba también que los impedimentos para la concepción podían provenir del hombre, contraviniendo así la idea generalizada de la época que culpabilizada siembre a la mujer por los problemas de infertilidad en el matrimonio.

La obra de Trótula fue auténticamente revolucionaria para aquellos tiempos y sus estudios fueron usado como libros de texto obligatorios en las universidades hasta bien entrado el siglo XVI. Sin embargo, también tuvo muchos detractores que cuestionaba que una mujer pudiera haber escrito todo aquel saber. Es hora de hacer justicia con ella y traerla a la luz de la historia.


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Rosa Mística

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Enheduanna | Sacerdotisa de Inanna y primera escritora de la Historia

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Hija de Sargón el Grande, que unificó el centro y el sur de Mesopotamia hace 4.300 años, Enheduanna escribió varios himnos y tres poemas dedicados a la diosa Inanna, los primeros textos en la historia que se pueden atribuir a un autor.

Se colocó a la altura de una de las principales divinidades del panteón acadio. Habló a Inanna –también conocida como Ishtar o Astarté–, diosa del amor y de la guerra, de tú a tú. Su padre, el rey Sargón, la había elevado al cargo de suma sacerdotisa en Ur. Y ella, orgullosa, dejó su impronta en los textos que dedicó a la diosa. «¡Yo, la suma sacerdotisa, yo, Enheduanna! Yo llevé el cesto ritual, yo entoné la alabanza», escribió hace 4.300 años en uno de sus poemas más conocidos, titulado La exaltación de Inanna.

Gracias a eso, a su deseo de quedar grabada con un punzón en tablillas de arcilla en escritura cuneiforme –denominada así porque los signos tienen forma de cuña–, esta princesa acadia es el primer autor conocido de la Historia.

La vida de una Suma Sacerdotisa

Enheduanna fue hija de Sargón el Grande. La mitificada infancia de este rey, que nació entre los años 2350 y 2300 antes de nuestra era –las cronologías difieren–, tiene indudables resonancias bíblicas. Cuando era un bebé, su madre, una sacerdotisa, le abandonó en una canastilla en el Éufrates. Pero, de las aguas del río, le rescató un jardinero, que le crió. Ya en la adolescencia, Sargón ocupó el puesto de copero mayor de Ur-zababa, rey de la ciudad de Kish, al que derrocó. Fue la primera de sus conquistas.

Dos pueblos se repartían el centro y el sur de Mesopotamia a finales del segundo milenio antes de nuestra era, cuando Enheduanna vivía. Las ciudades-estado de los sumerios, que habían llegado a la región mil años antes, se extendían por las tierras próximas al Golfo Pérsico. Al norte, vivían los acadios, pueblo de ascendencia semítica al que pertenecía Sargón.

Tras usurpar el trono al soberano de Kish, las fuerzas del joven rey avanzaron implacablemente por la región. A sus pies, cayeron Erech, Lagash, Umma, Ur… Los territorios de Akkad y Sumer formaron así el primer gran imperio de la historia, ubicado en lo que hoy es Irak. Un reino, bañado por el Tigris y el Éufrates, en el que Sargón impuso su ley gracias a su ejército, los funcionarios semitas que colocó en puestos clave y la religión.

Enheduanna jugó un papel decisivo en la legitimación divina del poder de su progenitor. Fue la primera princesa en ocupar ese puesto, una tradición que perduró cinco siglos y que ejemplifica el relevante papel social que jugaban las mujeres de las altas capas de la sociedad sumeria. «Sus poemas sirvieron para mantener unida la tierra que su padre había hecho un enorme esfuerzo por anexionar», afirman los especialistas W.W. Hallo y J.J.A. van Djik, autores de The Exaltation of Inanna [La Exaltación de Inanna].

Nacida entre 2.300 y 2.280 antes de nuestra era, al final de su reinado, Sargón la designó suma sacerdotisa y la destinó a Ur, el más importante de los centros religiosos de Sumer. Allí, a orillas del Golfo Pérsico –el Índico se adentraba más en Mesopotamia que en la actualidad, y el Tigris y el Éufrates desembocaban separado–, fue donde la princesa adoptó el nombre de Enheduanna, que significa «suma sacerdotisa del ornamento del cielo».

Aunque consagrada a Nanna, el dios de la Luna, su principal devoción era para Inanna, hija de Nanna, que tenía su morada celeste en Venus, y a esta divinidad dedicó –tres siglos después de que se desarrollara la escritura en Sumer– tres poemas que han llegado hasta nuestros días.

Muerte y resurrección

La comunidad en la que vivió se dedicaba a «actividades como la pa-nadería, la carnicería y la elaboración de cerveza. Enheduanna dirigía la actividad agrícola en el templo y la industria pesquera local», indica Betty DeShong Meador, coautora de Inanna, lady of largest heart. Poems of the Summerian High Princess Enheduanna [Inanna, señora del corazón más grande. Poemas de la princesa sumeria Enheduanna], libro en el que se recopila la traducción de parte de la obra de la poetisa acadia.

La princesa vivió dramáticamente los vaivenes políticos que sucedieron al fallecimiento de su padre. «¡Yo, acostumbrada al triunfo, he sido expulsada de [mi] casa. Como una golondrina, me hizo [Ashimbabbar] volar por la ventana, y mi vida se ha consumido. Él me hizo caminar entre las breñas de la montaña. Él me arrancó la corona apropiada de la alta sacerdotisa. Y me dió daga y espada — “esto es más para tí” — me dijo».

Así refleja en un poema el destierro temporal que sufrió durante una revuelta contra su sobrino Naram-Sin. Acabó volviendo a Ur, al templo, donde murió. Pero, cuando la dinastía sargónida sucumbió bajo los invasores gutianos, los sacerdotes trataron de eliminar todo rastro de su existencia. Este hecho puede explicar también los enfrentamientos y las luchas de poder que llevarían finalmente a la pérdida del poder social que tenían las mujeres sumerias ante el avance de la lógica de patriarcal. Y con ella, la degradación de las divinidades femeninas del amor y la fertilidad.

Enheduanna «resucitó» históricamente en 1926, cuando Leonard Woolley encontró en Ur un disco de calcita –de 25,6 centímetros de diámetro– con un relieve de una escena ceremonial y una leyenda, en el reverso, que dice: «Enheduanna, suma sacerdotisa de Nanna, esposa del dios Nanna, hija de Sargón, rey del mundo, en el templo de la diosa Inanna, en Ur…». Gracias a que su nombre aparece en los himnos religiosos que escribió en tablillas de arcilla, ha sido posible identificar a la hija de Sargón de Akkad como el primer autor conocido de la Historia.

«Reina de todos los poderes concedidos. Desvelada cual clara luz. Mujer infalible vestida de brillo. Cielo y tierra son tu abrigo. Eres la elegida y santificada», dejó escrito, en honor a Inanna, 1.500 años antes de que Homero firmara La Odisea.

Rosa Mística

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